Fabian Henao Ocampo / Opinión
Hace unos días apareció un personaje en los medios de comunicación de la ciudad, diciendo que Pereira era la ciudad de Colombia en la que más se acepta a la comunidad LGTB, pero en sus palabras quiso decir que Pereira era una especie de paraíso para los homosexuales.
Si bien es cierto en Pereira aceptamos a todo el mundo y tenemos abiertas las puertas para todo el que llegue, pero eso no significa que un grupo, o una persona, llámese como se llame intente darle a la ciudad una identidad que no tiene. Lo mismo podría pasar con los emos, con los sindicalistas, con los evangélicos o con los que practican el satanismo o la brujería.
No tengo nada en contra de los homosexuales, cada persona es libre ante Dios y ante el Estado de elegir el camino que más le llame la atención y de aceptar las consecuencias de esa decisión. Tampoco digo que las personas en condición homosexual sean malas, pueden haber y existen personas bajo esa situación que como personas son muy valiosas y le prestan sus servicios a la comunidad, el único que juzgará sus acciones malas o buenas será Dios.
Afortunadamente estamos en un país democrático y libre en el que cada quien puede expresar sus opiniones y estos grupos se han ido ganando una posición de la que antes no gozaban en la sociedad. Existen países en los que es totalmente prohibido este tipo de relación y existen otros en los que hasta tienen playas y zonas en las que estas personas pueden manifestar sus condiciones sin ser juzgados.
No quiero ser despectivo con las personas en condición homosexual, con lo que no estoy de acuerdo es que por ese tipo de declaraciones suceda lo mismo que ocurrió en el pasado con el titulo que se le dio a Pereira, como la cuna de la prostitución en Colombia y en consecuencia la mujer Pereirana fue mal vista y prejuzgada a nivel mundial por el solo hecho de ser pereirana.
Pereira no es la ciudad homosexual de Colombia, ese titulo no nos interesa a los pereiranos, más bien sigamos diciendo que Pereira es la ciudad de las puertas abiertas; la trasnochadora, querendona y morena; la ciudad en la que no hay forasteros, la ciudad en la que todos somos pereiranos.
A los LGTB debemos mirarlos no de manera aislada por su condición sino de manera integral, el homosexual no es solo el hombre que ama a otro hombre o una mujer a una mujer; pero, la ciudad es nuestra ciudad y los bienes colectivos priman sobre los bienes particulares. El pensamiento de una minoría no puede ser el título del colectivo.
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